sábado, 14 de mayo de 2011

Para tener en cuenta

Sentarnos a la mesa en familia, mínimo una vez a la semana y ojalá todos los días. No contestar teléfonos mientras comemos, para que los únicos ruidos que se escuchen sean los de nuestras voces.

Hacernos cariño y tratarnos bien como país y como familia Saludarnos en los ascensores: saludar a los guardias, a los choferes de las micros, sonreír por lo menos una o varias veces al día Decirnos que nos queremos: No puede ser que en nuestro país sea más fácil decirnos te odio que te quiero, y si digo que estoy profundamente enamorada es porque llevo poco tiempo. Ridiculizamos el amor de una manera preocupante.
Crear ambiente de hogar en nuestras casas: tiene que haber olor a comida,
cojines aplastados y hasta manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Nuestras casas, independiente de los recursos, se están volviendo demasiado perfectas y parece que nadie puede vivir adentro.
Tener contacto con la naturaleza
Jugar, reírnos y darnos el tiempo de compartir con los abuelos: Imprimámosles las fotos para que las vean como a ellos les gusta y disfrutemos de su sabiduría. Obliguemos a nuestros hijos a compartir con ellos, así entenderán sus historias. Tratar de crecer en lo espiritual: La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia del nuevo siglo: la inteligencia espiritual.
Tratar de dosificar la tecnología: Para dar paso a la conversación, a los juegos "antiguos", a los encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos y nos comprometemos a
intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos eximirá de los problemas, pero nos hará entender que la única diferencia entre alguien feliz y otro que no lo es no tiene que ver con las dificultades que tengamos, sino con la actitud con al cual enfrentemos lo que nos toca vivir

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